Cuando Paola Olivera perdió su trabajo en Calgary, no se imaginó que cuatro años después sería amenazada con una eventual deportación.
A sus 41 años, Olivera se encuentra en una situación delicada. A pesar de que tiene una solicitud pendiente para que revisen su caso a través del proceso “Humanitario y Compasivo”, ha recibido constantes notificaciones de agentes de inmigración, quienes le urgen que abandone el país cuanto antes. Además, sus peticiones para un permiso de residencia temporal han sido declinadas sin razón aparente. El 2 de marzo de 2017, le dieron ocho días para dejar Canadá de forma voluntaria, o ser arrestada y expulsada a la fuerza.
HispanoCity Calgary conversó con José Arroyo, pareja actual de Olivera, quien aseguró que su despido fue completamente injustificado.
“No fue notificada con tiempo como lo marca la ley. Ella tenía permiso de trabajo, pero no se lo renovaron, y ella nunca se enteró”, contó. “Después le hicieron firmar documentos donde ella misma aceptaba los términos de su despido. Dijeron que la iban a ayudar, pero fue sólo algo que le dijeron en el momento para que firmara”.
Olivera, oriunda de Puebla, México, tiene tres hijos, la menor de los cuales (de tan sólo cuatro años de edad) es también hija de Arroyo. Los otros dos, un varón de seis y una joven de 14, son de una relación pasada. A diferencia de su madre, los tres tienen un estatus legal en el país, siendo los dos últimos ciudadanos canadienses. Según Arroyo, uno de sus mayores temores es tener que reubicar a los niños en otro país, pues asegura que impactaría negativamente su desarrollo.
“Los niños entienden el español, pero no lo hablan, pues dominan principalmente el inglés”, explicó.
Luego añadió: “Sería muy difícil para ellos. Además, la situación en México es económicamente difícil. En México llegas a cierta edad y ya no te contratan, y si lo hacen, solo te dan un sueldo que ya no es suficiente para llevar una vida tranquila. Cuando uno llega de otro país, las personas creen que uno tiene todo el dinero del mundo y así comienzan los secuestros y las extorsiones. Aunque uno tenga familia allá, el problema es la gente alrededor”.
Para Olivera, la vida después de su despido giraba alrededor de sus tres hijos: se encargaba de todo lo que ellos necesitaran, como llevarlos a la escuela, alimentarlos, vestirlos, y brindarles la atención que se merecen. Hoy, su futuro es incierto: cada segundo que pasa la acerca más a su tierra natal, pero la aleja indefinidamente de su familia, y de la vida que conoció por nueve años en su amada Calgary.
Paola y José piden ayuda a la comunidad latina en estos ocho días claves. Si conoces a alguien que tenga información que pueda ayudarlos, puedes contactar a José al 780-200-0905.
